La cocina, la forma de preparar los alimentos, es una parte fundamental de la historia y la cultura de un pueblo. Preservar su identidad es, por tanto, un reto tanto culinario como cultural.
Comer es uno de los actos más trascendentes, humilde y humano que la persona realiza. Trascendente, porque el comportamiento de la persona en la mesa define toda una civilización. Humano, porque el hecho de comer es tan obligado y antiguo como la misma existencia del hombre. La gastronomía constata que hay aspectos en la alimentación que cada cultura expresa a su manera. La alimentación no es solo un hecho biológico, sino también un lenguaje, y por tanto, un reflejo de la propia cultura.
Una sociedad se vertebra; su cocina, también. La elabora cada día su gente. Es así como la gastronomía deviene propia y diferente. Nuestra gastronomía no es una excepción. Es más bien el ejemplo.
La riqueza de la cocina catalana se percibe por la profusión de su práctica y por la diversidad de su conocimiento. La gastronomía catalana configura un entramado diverso que hay que atender, ordenar y coordinar. Necesita una reflexión estable y constante. Nuestra cocina reclama una necesaria puesta en común para constatar dónde estamos, hacia dónde vamos, qué horizontes nos esperan y qué prioridades tenemos.
La gastronomía es un factor universal a todas las comunidades humanas. Cada pueblo tiene una cocina y la percibe de una manera diferenciada. La evidencia de esta diversidad es una herencia que hay que preservar.
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Carles Vilarrubí i Carrió