Ni las malas intenciones de un malhumorado novillo que le hizo poner los pies en polvorosa en las onduladas colinas de California hicieron desistir al actual presidente de honor de Freixenet, Josep Ferrer Sala, de adquirir a tres ganaderos una gran finca californiana del condado de Sonoma. En ella levantó Gloria Ferrer, una bodega que hoy, 25 años después, ya elabora 1,8 millones de botellas de espumosos y vinos tranquilos. Josep Ferrer quiso recuperar el sueño que su padre no llegó a realizar de construir unas cavas en Estados Unidos. Tras muchos viajes y largo tiempo de prospecciones, en 1982 se eligió la prestigiosa zona de Carneros. Se plantaron inicialmente viñedos de las variedades chardonnay y pinot noir en tierras en las que antes sólo había pastado ganado. La producción de la primera cosecha, en 1986, se limitó a 36.000 botellas de vino espumoso de calidad, el primero que se elaboraba lejos de las tierras del cava. Hoy, la demanda excede a su capacidad de producción, por lo que la venta se realiza mediante cupo. Sus vinos californianos se exportan a 25 países, pero sólo unas pocas cajas se comercializan en España. Han llegado a brindar con sus productos, que en los últimos cinco años han sido premiados con hasta 305 medallas, presidentes como Bill Clinton, George Bush y José María Aznar o Jordi Pujol, así como los reyes de España.
Josep Ferrer afirma que con Gloria Ferrer, una bodega que recuerda a una masía y con viñas que parecen mimados jardines, quiso rendir homenaje a su esposa, Glòria Noguer, y a las mujeres de la familia. Su bodega de Carneros fue inaugurada en mayo de 1986, con un concierto del tenor Plácido Domingo. Hoy el patriarca de Freixenet no tiene dudas de que el concierto de las mujeres de su familia “ha sido imprescindible para que nuestra empresa familiar haya progresado generación tras generación”. También reconoce que “confiaba que nuestra apuesta por Estados Unidos saldría bien, aunque nunca pensé que las cosas acabarían yendo tan bien”, Josep Ferrer bien poco pudo imaginar cuando inauguró su sueño californiano que su compañía se acabaría convirtiendo en el líder mundial de vinos espumosos de calidad elaborados siguiendo el método tradicional. Hoy cuentan con 17 bodegas en seis países de tres continentes.
El empeño de penetrar en el mercado norteamericano ya venía de mucho antes. El primer establecimiento de Freixenet en Estados Unidos data de 1935, en Nueva Jersey, pero la guerra civil española, primero, y la Segunda Guerra Mundial, después, truncaron esa primera tentativa. Ferrer afirma que su familia ha heredado el “germen del espíritu exportador” de su bisabuelo, Francesc Sala Farrés. De hecho, este año se han cumplido 150 años desde que Francesc Sala comenzó su negocio vitivinícola, basado en la venta y la exportación de vinos bajo el nombre de Casa Sala, que fue la primera empresa exportadora de Sant Sadurní d’Anoia. Freixenet nacería como marca cincuenta años más tarde, cuando la madre de Josep Ferrer, Dolors, contrajo matrimonio con Pere Ferrer Bosch y decidieron continuar con la actividad de la antigua Casa Sala, pero elaborando cava. Bautizaron la empresa con el nombre Freixenet, diminutivo derivado de la finca familiar de los Ferrer, la Freixeneda. Josep Ferrer afirma que “de Pere Ferrer y Dolors Sala heredamos, mis hermanas y yo mismo, el legado vitivinícola de Freixenet y, sobre todo, la pasión por la calidad para prestigiar la marca, el afán de progreso y un sueño”. Añade que “nuestros padres soñaron en prosperar y que, un día, quizás, podrían internacionalizar Freixenet instalándose en la Champaña y en las mejores zonas vitícolas del mundo para elaborar vino espumoso. Nos gusta mirar hacia atrás, cuando ahora ya están incorporados miembros de cinco generaciones en la empresa, y ver que aquellos sueños son hoy una realidad”. Josep Ferrer quiso reunir a toda su familia en San Francisco y en la bodega de Carneros en septiembre pasado no sólo para festejar su primer cuarto de siglo, sino para celebrar lo acertado de su apuesta internacionalizadora.
El presidente de Freixenet, Josep Lluís Bonet, afirma que su tío, Josep Ferrer, fue visionario a la de hora de lanzarse a exportar y que de lo contrario “hoy no existiría el cava como referente mundial”. Recuerda que en 1973, en una reunión del Consejo Regulador del Cava, se dirigieron a Josep Ferrer afirmando que “aunque a él le gustara mucho viajar, nunca se exportaría ni una botella de cava”. Sólo un año después el consejo regulador empezó a discriminar en sus balances entre las ventas nacionales y las exportaciones. En 1982 se vendieron en los mercados internacionales 17,1 millones de botellas de cava, y el año pasado, más de 149 millones. La progresión ha sido espectacular. Las burbujas del Penedès han crecido como su espuma y han conquistado el mundo.
Josep Ferrer afirma que con la bodega californiana quisieron dotarse de una marca en Estados Unidos de vinos espumosos “para potenciar la venta de nuestros cavas de Sant Sadurní d’Anoia”. Hoy sus cavas del Penedès se venden en todos y cada uno de los estados norteamericanos y sus ventas suman 12 de las 17,5 millones de botellas que el sector del cava, en su conjunto, comercializó en Estados Unidos en el 2010. En 1941, Freixenet lanzó su cava más popular, el Carta Nevada, y en 1974, el Cordón Negro, presente en más de 140 países. Ahora, la nueva apuesta del presidente de honor de Freixenet es situar su marca en la gama más alta de prestigio con cinco cuvées que ha creado junto al enólogo Josep Buján.
Un factor clave en la internacionalización del cava fue la visión y el afán de Josep Ferrer. Su plantilla suma 1.896 trabajadores, su facturación asciende a 500 millones de euros y su producción supera los 172 millones de botellas, de las que exportan un 75%. Alemania es, con mucho, su principal mercado. En 1982, aterrizaron en México, donde acabaron inaugurando la bodega Sala Vivé. En 1985, adquirieron una histórica maison de la Champagne, Henry Abelé de Reims. En el 2001, adquirieron la bodega Yvon Mau de Burdeos y dos bodegas en Australia pertenecientes al grupo Wingara Wine: Katnook Estate y Deakin Estate. Su última gran inversión internacional, dirigida también personalmente por Josep Ferrer, fue la compra de 317 hectáreas en Tupungato (Argentina), para levantar una nueva bodega. Actualmente, aspiran a crecer en las economías emergentes y no descartan entrar, con prudencia, en nuevos mercados. En España poseen bodegas en las denominaciones de origen Cava, Penedès, Catalunya, Priorat, Montsant, Rioja y Ribera del Duero. También cuentan con marcas propias en las denominaciones Alicante, Rías Baixas y Rueda, y con productos amparados por Vinos de la Tierra de Mallorca o por Vinos de la Tierra de Castilla.
El tesón de esta empresa con sede en el barrio de la estación de Sant Sadurní d’Anoia ha sido determinante. También responsabiliza Josep Lluís Bonet del éxito de Freixenet al hecho de ser “una empresa familiar bien avenida”, y se muestra convencido de que si el vino español de calidad sigue el ejemplo de su tío, “mostrando una fe ciega en la innovación y en la internacionalización”, tiene muchas posibilidades de “ganar la batalla mundial” en sólo una década. Su hermano Pere Bonet, el director de comunicación de Freixenet, no tiene dudas de que se ha cumplido el sueño de Josep Ferrer “creando y consolidando una marca de calidad que es líder mundial”. Pere Bonet también remarca que su tío “supo enrolar en su aventura exportadora a personas cuyo talento contribuyó notablemente al éxito internacional de Freixenet, como Manuel Durán, Bill Crosby, Henry Keller o Bernd Halbach”. El presidente ejecutivo de la compañía añade también que “no hemos perdido la ambición de ser los primeros y los mejores”, y apunta que “hemos ido y seguiremos yendo a todas”.
La secretaria de Josep Ferrer desde hace 20 años, Maite Miquel, define a quien ocupa la presidencia de honor de Freixenet desde 1999 como “una persona magnífica y un trabajador incansable”. Entre sus virtudes destaca “su humildad, su cordialidad en el trato, su ritmo pausado pero constante controlando las situaciones en todo momento sin exaltarse nunca, su astucia y su carácter inquieto”. Miquel también afirma que Ferrer, que se incorporó a Freixenet en 1947, nunca ha dejado de sentirse viticultor y que “le duele en el alma” que no se solucione la problemática de los bajos precios que se paga por el kilo de uva en el Penedès. Pere Raventós, que lleva 17 años trabajando junto a Josep Ferrer como secretario en cuestiones vitivinícolas, lo define como una persona “constante, tenaz y con gran capacidad de trabajo”. Este hombre casado, con 4 hijos y 14 nietos, apenas usa el móvil y se resiste a utilizar agendas electrónicas. Afirman sus colaboradores más directos que trabajar con él supone no tener nunca horario. Han tenido que “aprender” a seguir su ritmo, lo cual, aseguran, “no es nada fácil”. De hecho, unos días antes de cumplir 86 años, esta última vendimia ha puesto en marcha un nuevo proyecto. Tras construir con sus ahorros personales una bodega en la finca del Penedès que dio nombre a Freixenet, la Freixeneda, está elaborando un tinto junto con el director enológico de Freixenet, Josep Buján. El propio Ferrer seleccionó en la viña que fue de su padre las uvas de cabernet sauvignon y garnacha que formarán parte del coupage de este caldo de limitada producción con el que quiere rendir homenaje a los orígenes de la marca. Y es que, como reconoce, “el mundo del vino tiene mucho de romanticismo y de sentimientos”. Infatigable pese a los achaques de la edad, el patriarca de Freixenet continúa incorporándose al trabajo todos los días a las 8 de la mañana en su despacho de las cavas de Sant Sadurní d’Anoia. Además, como dijo el pasado 27 de septiembre en su discurso de celebración del 25.º aniversario de Gloria Ferrer, espera reencontrar a sus invitados en el 50.º aniversario de su bodega californiana.
Font: La Vanguardia