Kril (del noruego kril, pez joven o pequeño), en catalán, francés e inglés, krill, con elle final, es el nombre con que se designa tanto a los bancos de la región circumpolar antártica compuestos de pequeños crustáceos marinos semejantes al camarón, como a estos crustáceos considerados individualmente.
El kril (Euphausia superba), es un crustáceo del orden de los eufausiáceos y de unos 3 cm (como máximo puede llegar a alcanzar los 5 cm de longitud) que constituye el principal alimento de muchos de los animales que habitan en los mares antárticos, en donde se encuentran sus más importantes o extensos bancos. Estos se hallan suspendidos a unas decenas de metros por debajo de la superficie del mar.
la fecundidad del kril hembra es, a pesar de su minúsculo tamaño, extraordinaria, pues pone un promedio de 8500 huevos por temporada.
Entre las aves que se sustentan de kril antártico, la más representativa es el pingüino macaroni, mientras que entre las ballenas con barbas, que filtran el agua del mar a través de sus ballenas, la típica de los mares antárticos es la ballena o rorcual azul.
El kril se alimenta principalmente de partículas del fitoplacton (algas microscópicas), aunque también de algo del zooplancton del que forma parte. Sus propiedades nutritivas mas importantes se hallan en la grasa que posee, muy rica en ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 y vitamina A. Por otra parte su concha contiene una sustancia orgánica llamada quitina, rica en glucosamina, sustancia esta que, por su relación con el cartílago humano, se la creído capaz de mejorar las artrosis.
Esta pequeña y nutritiva quisquilla podría estar destinada a saciar el hambre de una gran parte de la humanidad, pues se calcula que hay una abundante biomasa de kril, estimada entre 400 y 500 millones de toneladas, que constituye, como se ha dicho antes, el sustento de peces y mamíferos marinos, en particular ballenas, que en total consumen anualmente unos 40 millones de toneladas de kril.
Según la FAO (Food and Agriculture Organization: organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), interesada en el kril desde hace tiempo, este sería el único recurso natural capaz de duplicar los más de 75 millones de toneladas anuales de alimentos que, a través de la pesca, el hombre obtiene del mar. Por esto se ha considerado el kril antártico como una futura reserva de proteínas, lo que obliga a estudiar e ir planificando los procesos tecnológicos pertinentes para su correcto aprovechamiento.
Sin embargo, la FAO ha recomendado que las capturas no alcancen cantidades que pongan en peligro el equilibrio ecológico. La pesca industrial podría, en efecto, contribuir, entre otros inconvenientes, a la reducción del número de las grandes ballenas.
El extracto de kril antártico (aceite), que se halla comercializado, es sin duda alguna un excelente y bien tolerado complemento alimenticio que, entre otras propiedades, posee la de ser, gracias a sus omega-3, particularmente beneficiosos para el sistema cardiovascular.
El consumo de pasta de kril tiene ya sus consumidores, especialmente en el Japón. El éxito de la cocina japonesa en Europa y América hace suponer que, con el tiempo, el empleo de la pasta de kril como producto culinario se extenderá.
Sara Castellví,