Me lo han leído mil veces, la cocina es esencial para nuestra especie porque la mayoría de las cosas que comemos son poco o nada comestibles sin que antes las hayamos transformado. Piensen en los animales, los cereales, los tubérculos, las legumbres, las verduras…

La fruta es la gran excepción, a la que podemos hincar directamente el diente. Y precisamente porque nos convienen varias piezas de fruta a diario, crudas y enteras, es por lo que esta nos gusta tal cual y de manera innata. Sí, nuestra historia empezó mordiendo una manzana, una pera, un higo o un melocotón. Y tenemos esta fruta que necesitamos cada día para mantener al médico a distancia gracias a que alguien en el campo se gana la vida produciéndola.

Las tierras de Lleida son uno de los principales vergeles de Europa. La belleza de sus paisajes frutícolas merece visitarlos en las distintas épocas del año, desde la de floración a la cosecha. Pero, aun siendo imprescindible, este paraíso alimentario se ve comprometido. Como pasa con otras zonas productivas de nuestro país, el olvido y desprecio al que condenamos cada día a los cimientos de nuestro sistema alimentario lo amenazan, poniendo en riesgo nuestro propio bienestar. ¡Listos que somos!

Lo entenderán mejor quienes hayan visto Alcarràs, ganadora del Oso de Oro de Berlín 2022 y en la terna española de preseleccionadas para la candidatura a los Oscar. Por si todo lo que explica la obra maestra de Carla Simón fuera poco, nuevas circunstancias han castigado el cultivo de fruta dulce leridana en los últimos meses; guerra, inflación, unas heladas devastadoras en abril que asolaron especialmente estas tierras y sus hermanas de Aragón arruinando la mayoría de la cosecha como nunca se había visto… Y aún quedaban por llegar la sequía y el granizo.

 


Melocotones en una explotación frutera de Alcarràs (ACN)

 

También aquí el agro vaciado cada vez lo está más, y es que parece imposible que nuestros payeses puedan luchar a la vez contra los elementos, los intereses geoestratégicos, la desorbitada inflación del precio de los insumos, la sideral diferencia entre lo que reciben por el fruto -la fruta- de su trabajo y lo que paga por ellos el consumidor, y otras tantas trabas que les impiden desarrollar su esforzado oficio, que no es sino el de garantizar que los ciudadanos podamos comer. Aun así, las semillas de la ilusión, el ingenio, el esfuerzo y las ganas encuentran siempre una oportunidad de fructificar. El restaurante La Boscana es el fruto de la feliz obsesión que floreció en Joel, la rama familiar más joven del restaurante Resquitx de Mollerussa, cuando abrió el nuevo establecimiento a pocos kilómetros, en un espectacular entorno del municipio de Bellvís, después de cultivar pacientemente su talento culinario en las mejores escuelas y restaurantes.

Hoy la oferta de La Boscana está madura para ser un referente gastronómico en Lleida y mucho más allá. Porque la cocina de Joel Castanyé no es tan solo una deliciosamente atinada, sólida y refinada propuesta de cocina catalana contemporánea basada en los mejores productos de proximidad y temporada -que lo es-, representa además un compromiso bien pertrechado con la innovación y el desarrollo de propuestas gastronómicas con la fruta de Lleida como protagonista estelar para dar valor diferencial a la experiencia en su restaurante mientras valoriza, visibiliza y prescribe el motor principal del campo leridano.

La aventura frutícola de Castanyé ya ha conseguido que, en su casa, el ágape -que en este momento del año empieza con un coctel de manzana con tratamiento enzimático y su milhojas de cristalina y acaba con una secuencia de fruta de hueso- incluya platazos como el higo con sésamo o el curry de nectarina dignos de quedar archivados para siempre en el disco duro del paladar mental de quien los saborea, entre otras propuestas con o sin fruta pero igualmente cargadas de sentido y sensibilidad como el calamar con piñones, el dúo de trucha, la tartaleta de cerdo y manzana o el festival de pichón.

Liderando un equipo jovial, cercano, eficaz y comprometido, su camino creativo y sinérgico de la fruta inmediata, dulce, pero nunca empalagoso, acaba de empezar. Un camino que dará muchos frutos, seguro, con la mentoría experta y generosa del doctor Ignasi Iglesias, investigador de referencia en fruticultura.

Un camino siempre de la mano de María Angeles Chiriboga, quien oficia en sala y con la misma discreción y amabilidad ilustra al comensal sobre los frutos climatéricos sin que se le note la autoridad que su doctorado en postcosecha le otorga, que comenta respetuosa y atinadamente un vino experimental de Castell d’Encus magnífico como todo lo que hace Raül Bobet.

En La Boscana no solo se come el paisaje y sus raíces, también el futuro creativo de una fantástica tierra que necesitamos repleta de vida y productiva. Me atrevo, pues, a recetarles que vayan a comer a La Boscana en cuanto puedan. Mientras tanto me van a tomar tres piezas al día de fruta de proximidad coincidiendo o no con las comidas. Sin falta.

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