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LOS ROCA, ALGUNAS SEMANAS DESPUÉS…

Per juliol 2, 2013febrer 22nd, 2021Sense comentaris

Hace pocos días llamé a Joan Roca para preguntarle si podía acercarme a comer.

Con la elegancia que le caracteriza me contestó que el restaurante estaba completo, que si no me importaba me alojarían en un lugar muy incómodo de la cocina.
Desde la gala de Londres del pasado 29 de abril, momento en que su restaurante fue designado primero del mundo en la famosa lista de los mejores no había vuelto a ver a los tres hermanos.
Y los encontré como siempre, risueños, afables aunque algo alterados.
En el vestíbulo de El Celler de Can Roca el teléfono no cesaba de sonar. Las respuestas de la recepcionista se repetían una y otra vez: “Lo siento, para esa fecha estamos completos”
”Las peticiones de mesa se ha multiplicado por cien”, me dijeron.
Enseguida nos pasaron a una mini barra estrecha con dos taburetes en el angosto paso de la cocina al comedor. “Aquí suelo comer yo, incluso de pie”, me dijo Joan. A nuestra derecha las cocinas, en plena actividad. Enfrente, una pizarra llena de grafismos raros que nos hicieron sonreír. En el propio pasillo un desfile incesante de camareros y cocineros transportando cosas sin parar.

“Hoy no nos harás una crítica, sin servicio, sentado en este sitio…”, me dijo Joan con cierto recelo. Te recuerdo — le contesté — que a principios de julio de 2012, en mi comentario semanal de El Viajero califiqué esta casa con un 10. Fue la primera vez en 25 años que yo daba una puntuación semejante. Así que El País se anticipó a vuestro éxito. A estas alturas casi no sabría qué escribir”, le contesté sonriendo

“Aquella critica”, me dijo Josep (Pitu) “la colgamos con orgullo en el restaurante. Y a las 24 horas ya la habíamos retirado. Era perniciosa. Cuando alguien ha alcanzado la perfección ya no tiene nada que mejorar. La lectura de un texto semejante nos habría hecho mucho daño”.

El almuerzo resultó más animado que nunca dado nuestro extraño emplazamiento. Cada vez que nos servían un plato nos aportaban detalles desde distintos ángulos.

Recetas suaves, elegantes y muy técnicas, abiertas al mundo y rozando la perfección. Esta vez prefiero que las fotografías hablen en lugar de mis palabras

¿Qué quieren decir esos monigotes de la pizarra, pregunté a los hermanos entre sonrisas? “Las cosas de  Jordi”, me contestó Pitu. “Son las viñetas de unos vídeos que estamos preparando. Se le ocurrió una historia peregrina, mandar una gallina al espacio en una cápsula similar a la del hombre de RedBull. Al salir de la cápsula el ave se despluma, y al entrar en la atmósfera se cocina sola y cae en el jardín de casa donde Jordi la recoge en una sartén. ‘¡¡¡Pollo al ast!!!’, grita encantado. No sabéis como nos hemos divertido mientras grabábamos”.

Cuando les pregunté qué significaba ser el número 1 de la cocina mundial cada uno aportó su granito.

“Sientes alegría –comentó Joan — por nosotros y por la cocina española. Nos repetimos a diario que no ha pasado nada, pero sí ha pasado. Se nota en la gente, en los colegas que te llaman emocionados. En las reservas, en las entrevistas, aunque intentemos minimizarlo, tiene una enorme trascendencia”.

“Es bestial — comentó Jordi — ahora sí que nos vamos a creer que cocinamos bien…” soltó mientras reía a carcajadas.

“La cocina — apostilló Pitu — abre un mundo de sensaciones, pero debemos ir más allá. “Tenemos que devolver a la sociedad lo que nos ha dado. Hay que apostar por la gastronomía social, por la sostenibilidad. Tenemos contraída una gran responsabilidad con quienes nos rodean”. “Con este puesto otra vez las miradas se dirigen hacia España. Y al reparar en nosotros también se fijan en otros grandes profesionales de este país. Es bueno para todo nuestro sector”.

Fuente: El País, por José Carlos Capel